domingo, 29 de septiembre de 2013

Síndrome de Stendhal en Setenil

Aumento del ritmo cardiaco, vértigo, confusión, temblor quizás alucinaciones…son algunas de las reacciones psicosomáticas que puede sufrir un individuo cuando se expone a la contemplación de obras de arte o la acumulación de belleza. Es el Síndrome de Stendhal, descrito de esta manera por el viajero y escritor romántico del mismo nombre cuando visitaba la Basílica de la Santa Cruz de Florencia.
Representa esta foto más que ninguna la perplejidad que supone pasear por primera vez bajo la insondable majestuosidad de los tajos setenileños, la impresión innata de estar bajo toneladas de roca que desafían la ley de la gravedad, embargado quizás por la inverosímil matemática, por la insondable geometría de la piedra colgada del firmamento, sin que el pensamiento sea capaz de emitir ningún juicio o sentencia.
Como un signo de admiración, la sombra del viajero se alarga al sol del mediodía bajo un cielo nítido. "Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".
¿Acaso no tratan de representar las formaciones y esculturas de una Catedral las primigenias cuevas que habitaron nuestros ancestros? Como el mismo Stendhal ¿Puede un alma apasionada pasar indiferente bajo la telúrica fuerza de estos templos naturales ?

lunes, 23 de septiembre de 2013

A modo de disculpa

Allá por el mes de julio dejamos a ese gatillo acostado en un poyete de un bello rincón de Setenil. Pasó la feria con sus polémicas y disparates, multitud de visitantes pasearon por nuestras calles, hoteles y casas rurales repletos, sequía atmosférica y cultural, un barrunto de otoño que se convirtió en otro veranillo del membrillo, la vendimia, que en Setenil aún se coge y se pisa la uva para convertirla en precioso mosto que alegrará las alacenas en las tardes de invierno.
Pasó el verano como un solano implacable en todos los aspectos…Y Setenil Rural en la inopia, en el limbo virtual donde duermen los dispositivos binarios de estos nuevos púlpitos sociales que son los blogs. “Rafalillo, pero que vago estás ahora que no escribes nada”… Precisamente este verano, tan industrioso yo que apenas he tenido tiempo para afeitarme y dormir. Bueno, quizás algo de razón tendrán, pero aquí estamos de nuevo, siento mucho no haberos avisado, amigos míos, de que estaría unos días, casi dos meses, fuera de cobertura, sin conexión, alejado de estas páginas que tanto bueno me han dado.
Quizás, después de casi cinco años de Setenil Rural ande yo algo desmotivado, después de haber tratado tantos temas y asuntos puede que de una vez por todas nos hayamos quedado sin materia. No, no es que ya no me motiven los bucólicos amaneceres de otoño, los olores de un tiempo que empieza a cambiar. Quizás sean otros los motivos.
Me hubiera gustado, si el tiempo me lo hubiera permitido, hacerme eco de los comentarios de esos turistas que este verano nos han visitado. No sólo de la maravilla que supone el descubrimiento de esta obra colosal de la naturaleza que es Setenil, sino de sus quejas y lamentaciones. De la suciedad de las calles, de la porquería que afea el cauce del río, de esos contenedores de basura de hieden a kilómetros de distancia. Que bien les hubiera venido una limpieza en pleno verano, no hablo ya de que los hubieran jubilado de una puñetera vez, que dan grima de verlos con sus churretes y remiendos, sino un limpiadillo de vez en cuando. Son esos contenedores, los de la Calle Ronda, vía principal de Setenil, los de la parada de autobuses, el primer lugar que ven los visitantes cuando llegan a nuestro pueblo, el de la gasolinera, el de Las Cuevas, en fin, un auténtico monumento a la desidia y la dejadez.
Me hubiera gustado hablar de esa carretera cortada a la altura de Los Villalones, que ha hecho que muchos conductores se hayan tenido que volver hacia Algodonales cuando estaban a las puertas de Setenil, de esa vía estrecha de la calle Vilches apenas señalizada en un punto de saturación visual y que es el auténtico emblema de La Marca Setenil tuneado en los laterales de sus coches y retrovisores, de personajes y personajillos.
Me gustaría, ahora que venimos entendiendo que el turismo será en el futuro la mayor industria de Setenil, hablar de las carencias de Setenil, de los años de retraso que llevamos respecto a otros pueblos de la comarca pese al potencial que tenemos. De que mientras en Setenil se han derrochado enormes cantidades de dinero público en un aparcamiento que después de más de veinte años aún permanece cerrado, amén por supuesto de otras obras faraónicas sin uso, localidades como Grazalema, Ubrique, El Bosque etc., tienen museos,  recitos preparados para el estacionamiento de cientos de coches (un descampado, alquitrán y poco más). Interés e ideas.
Hechos objetivos amigos míos, la gente viene a Setenil por inercia, porque hay que venir, porque es pueblo precioso y muy recomendable, porque se come y se tapea de lujo, no desde luego porque se lo pongamos fácil.
No es como digo que ya no mi inspiren los paisajes de Setenil y sus campos, su naturaleza y tradiciones, los hechos y sucesos de nuestro pasado, las curiosidades, las vidas pasadas y presentes, es que es el futuro lo que me intriga y me produce desasosiego, un pueblo sin músculo social, de estructuras administrativas de corte caciquil, anquilosadas e inertes, un pueblo donde invertir y arriesgar en un proyecto empresarial se convierte en una actividad de riesgo, un pueblo donde los jóvenes han de volver a coger las maletas para buscarse el porvenir.
Pero no todo es malo ni negativo; record de visitantes en verano. Setenil, gracias a la publicidad imnegable de la televisión, entra poco a poco en los circuítos turísticos. A la desidia institucional se responde con la apertura de nuevos negocios y establecimientos, germen de lo deberá ser en el futuro, un pueblo trabajador y próspero. Pero sin duda lo mejor de todo ha sido la vuelta de un amigo a casa después de su particular bajada a los infiernos. Un auténtico regalo que nos ha alegrado el final del verano.

¡Salud amigos!