jueves, 14 de junio de 2012

Historia de un escudo


En el patio de una noble y antigua casa setenileña luce entre recias columnas un escudo heráldico de cantería. Me acerco y trato de distinguir sus caracteres pero la dueña de la casa me comenta que resultará más fácil en un dibujo semejante que está colgado en la pared.
El escudo familiar de la casa, entre armas y símbolos de las hazañas de heroicos parientes; el yelmo entre el penacho de plumas, el de piedra de lado y en la pintura de frente, el dragón, la Cruz de Calatrava, la espada, la media luna, la bofetada al moro, un león bajo una palmera y la divisa “Me mandó hacer el licenciado Don Pedro Montero Santisteban y Martel, vecino de Setenil”.
En algún legajo suelto encontramos la siguiente inscripción marginal, escrita en tinta azul marino: “Tomé nota de lo más notable que contiene este testamento, el día 23 de marzo de 1910. Firmado: José Pérez Benítez Montero Porras... La casa en que vivió y murió D. Pedro Montero de Espinosa Santisteban y Martel, se conservó en los descendientes de Don Alonso Quijada hasta el año de 1906 que vendieron la mitad a Manuel Castaño Marín, quedando la otra mitad en poder de Úrsula Zamudio Quijada mujer de Victoriano Domínguez. En esta casa vivió y murió también a los 87 años de edad D. José Zamudio Sánchez, presbítero y último beneficiado de esta villa, que fue coadjutor de esta parroquia. La portada de cantera que tenía la referida casa, y que según declara en este testamento D. Pedro Montero fue costeada por él, la derribó el Castaño Marín al obrar su casa, colocando sus sillares o cantos en la pared que hay frente a su puerta. El escudo de armas de los Quijadas fue colocado por indicación mía en la puerta de la casa de Victoriano Domínguez, en la orla que rodea dicho escudo, dice fue hecho por D. Gabriel Quijada el año de 1662, y á los lados del escudo había otra inscripción con la fecha del año 1152, que quería indicar la antigüedad de nobleza de la familia Quijada, cuyo solar estaba en la ciudad de León” Firmado: J.P.B La dueña de la casa me aclara un poco las cosas. En lo que un día fue el cine de verano, se levantaba en tiempos la casa solariega de D. Pedro Montero de Espinosa Santisteban y Martel, hidalgo setenileño del siglo XVIII que aparece reiteradamente en testamentos, escrituras de compraventa y limpiezas de sangre. Murió este hombre sin descendencia y su testamento es un auténtico compendio de la historia del Setenil desde la conquista hasta sus tiempos. Mantuvieron la casa sus descendientes hasta 1906, cuando fue vendida y derribada, pero por mediación de José Pérez Benítez se mantiene el escudo en una estancia de la nueva vivienda.
Con el tiempo la casa fue destinada a cine y salón de celebraciones, con lo que nuestro escudo sería testigo mudo de las bodas y demás eventos de tantos y tantos setenileños. Así hasta mediados de los años sesenta cuando se realizan obras en el edificio y se procedió a demoler un muro del salón donde lucía el blasón. Juan Carrasco, conociendo el escudo por ser el propio de su familia, se lo pide a Juan Domínguez, propietario del cine, y este le propone que a cambio le ceda el que adorna el dintel de su casa, blasón heráldico de los Molinillo. De esta manera se llega al acuerdo; el escudo de los Quijada se coloca en la casa de Juan Carrasco mientras Juan Domínguez se quedaría con el de los Molinillo. Esa era la idea, pero arrancar este último y sacarlo del dintel donde está inserto significaría su destrucción por estar hecho en arenisca, un material muy maleable y por ser una misma pieza con la portada dieciochesca.
Finalmente Juan Domínguez cede en su empeño y se conforma con el pago de tantos cartones de huevos como sean necesarios para insonorizar las paredes de su flamante cine. De esta manera, en la portada de la casa de Juan Carrasco Pérez, descendiente de aquel D. Pedro Montero de Espinosa Santisteban y Martel, se mantendría el escudo de los Molinillo, mientras en su interior, en el patio de columnas, luce el propio de su familia, ¡el de los Quixada!
Sobre José Pérez Benítez encontramos el siguiente comentario de los Hermanos de las Cuevas, cuando se refieren al Archivo Municipal de Setenil: “...ha repasado este archivo un señor que firma don José Pérez, en 1906. Debió de ser un gran lector de escritura procesal, porque algunos documentos aparecen con citas al margen muy concretas. Pérez Aguilar como siempre nos completa el dato. Se trata de don José Pérez Benítez que enfermo, dedicó buena parte de su vida a estudiar los archivos de la villa y en todos ellos puso notas marginales muy prácticas para su estudio. Un hombre benemérito en definitiva”.
En unos folios mecanografiados por el mismísimo historiador rondeño Alfonso Pérez Aguilar, encontramos la siguiente aclaración: “Me voy a permitir resaltar a un erudito local de principios del siglo actual y finales del anterior, que por ser familiar nuestro, quizás no debía hacerlo, pero ¿quién se va a acordar de él, si no dejó descendencia, ni su hermano, el reverendo Gabriel, párroco de Alhaurín el Grande? Se trata de mi tío segundo Don José Pérez Benítez. No se revisan papeles antiguos del pueblo que no hayan sido revisados anteriormente por él, quizás por su enfermedad crónica dedicó parte de su vida a estudiar todos los archivos, públicos y privados de la villa y en todos ellos puso notas marginales que demuestran el interés y cariño por las cosas de su tierra natal, que recopiladas sería una verdadera historia (de Setenil) desde la Reconquista”
Me doy cuenta de que manejo las copias de documentos originales con los que trabajaron notables historiadores de Setenil como José Pérez Benítez que llegó a cotejar pacientemente casi todo el archivo histórico setenileño, Alfonso Pérez Aguilar, historiador y arqueólogo que colaborara con Mata Carriazo y que hiciera de su cortijo del Moral su Troya particular, los propios hermanos de las Cuevas; testamentos, compraventas de tierras y solares, limpiezas de sangre, la genealogía de los viejos apellidos setenileños, añejas nomenclaturas de huertas y fincas con aroma a medievo, misas y obligaciones espirituales, dignidades, ese espíritu en definitiva de la antigua hidalguía rural que confiere a Setenil una concreta y peculiar idiosincrasia.
Hago mías las palabras con las que los hermanos de las Cuevas agradecieron, hace más de cincuenta años, la ayuda de las autoridades y los particulares de Setenil para con sus investigaciones: “queremos agradecer las gentilezas que han tenido para nosotros diversos señores (en mi caso señora) de Setenil, poniendo a nuestra disposición los viejos papeles de sus casas”.

1 comentario:

  1. Hola Rafael, Muy pero que muy bonita historia la de estos dos bonitos escudos, la cual mucha gente seguramente desconocía, y de mi parte agradecer igualmente a esta señora por compartir estas bonitas historias, un saludo .

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