domingo, 6 de noviembre de 2011

Las casas cuevas de Setenil (III): Peña Caída


Después de las pasadas lluvias, reanudamos nuestros paseos en busca de otras casas cuevas de Setenil. En este caso nos dirigimos a Peña Caída, perturbador nombre con el que se llama a este barrio troglodítico que se encuentra pasando el puente de la Molinilla, en línea con el Arroyo de Alcalá y la Ruta de los Molinos, camino que nos conduce a Alcalá del Valle.
Conscientemente dejamos atrás otras casas cuevas que jalonan el camino de La Variante y que dejaremos para otra ocasión. Hoy quiero pasarme por aquí para conocer este recodo que tanto me recuerda a algunos pueblos de las Hurdes, aunque reconozco que nunca he podido llegar hasta el final. Además, por aquí vive un viejo amigo al que tengo ganas de saludar.
Al cruzar el puente miro a la derecha y allí lo veo; Anda atajando el huerto junto a sus nietos, inconfundible con su mascota y esa legona que maneja con destreza. ¡Juan Solano! para él no hay domingos, ni crisis ni gaitas. Allí lo encontrarás, en su huerto, preparando las judías para el invierno, sonriente y dispuesto a saludar a cualquier visitante que pase por la puerta de sus casa. Juan me saluda con entusiasmo, me gasta alguna broma y me habla de mi padre. Nos cuenta alguna anécdota de cuando yo era pequeño.
Ahora vivo aquí...todo esto es mío, me dice señalándome los tajos, todo el mundo se para a saludarme y cuando subo al pueblo a por los mandados siempre me recoge algún coche. Yo me llevo bien con todos, incluso con los guardias y los forestales , y además, desde que tú me metiste en internet la familia de Vitoria y Barcelona me tiene localizado.
Bueno, Juan, al menos hablamos bien de usted ¿no?
le respondo
¡Hombre claro! Faltaría más.
Sigo charlando un ratillo con el bueno de Solano hasta que llega un señor que viene caminando por la vereda. Allí los dejo mientras yo aprovecho para fotografiar la casa de Juan; Un gato sale a recibirnos, La colada secándose entre olivos, una mesa y sillas de enea en la terracilla, cables de la luz, la antena de televisión anclada en los tajos, una blanca claridad casi dolorosa en la fachada. Esta es la peña humanizada, la cueva hecha hogar.
Subo por el trecho que me lleva a Peña Caída. En algunos tramos encuentro el suelo empedrado, en otros los dueños de las casas han vertido algo parecido a un hormigón. La mayoría de las viviendas son cuadras pero hay algunas casas habitables, incluso alguna se adorna con una parabólica que desde un poste apunta al firmamento. Caminamos entre tajos y pitas. Setenil se ve como salido de la nada, abigarrado y blanco entre verdes olivares. Pendiente abajo, los sinuosos meandros de Los Escarpes del Río Trejo, chopos y algunos Molinos derruidos. Una densa humareda en un olivar cercano delata la quema de chupones.
Llegamos al final del trecho, una casa del mismo color de la piedra parece cortarnos el paso. El techo hundido y las grietas de las paredes evidencian el paso inexorable del tiempo, pero su bellísima estampa entre los tajos resulta innegable.
Me subo a una peña y disfruto de las vistas. Mi imaginación me trasporta a otra época, cuando los destacamentos franceses patrullaban la sierra en busca de rebeldes. ¿Sería por aquellos parajes donde la partida del Cura Lobo batió a un grupo de Dragones? ¿Que pensarían los gabachos de aquellas gentes que vivían en esas casas troglodíticas? ¿Que pensarían de esos hombres enriscados y esas mujeres que les jaleaban desde las alturas en la lucha?
Cuando vuelvo por mis pasos me encuentro a Juan fumándose un cigarro en el puente.
¿Ya has hecho las fotos? me pregunta
Algunas, Juan. Aquí está usted bien ¿no?
Ya ves, en mi casa vivieron en tiempos hasta once personas y en las cuadras una burra y seis vacas, así que figúrate.
Y ¿no le da miedo usted el río?
Hace dos años llegó hasta un metro de mi puerta y se llevó medio puente...pero ¿cuánta agua tiene que caer para que se meta en mi casa?
Aquí tengo agua del pueblo, lavadora, televisor, de todo. Cuando estaban haciendo la casilla de la luz, me llegué al que parecía el jefe con un saco al hombro y les dije que venía a recoger una poquilla de electricidad para plantarla en el huerto. Les hizo tanta gracia que al día siguiente se llegó el encargado con un electricista y le dijo que para la noche tenía yo que tener luz en mi casa...
Solano va apurando el cigarro contándome sus historias. Estaría horas escuchándolo pero tengo que volver a casa. Visitar Peña Caída y echar un ratillo de charla con Solano ha sido un placer. Siempre es agradable conversar con este hombre bueno.
















































6 comentarios:

  1. El amigo solano, el guardian del arroyo de Alcalá. No se le pasa ni uno, con todos conversa y para todos tiene una broma; da gusto hablar con el. Que poquitos van quedando...

    Un saludo para todos los Setenileños

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  2. Bonito lugar sin duda , hubo una época en que esta zona era especial,sobre todo en verano.
    Un saludo.

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  3. Supongo que será por lo de la charca de la Molinilla. Anda que no me he bañado yo veces allí. Recuerdo que mi tío tenía un setter que le gustaba tanto el agua que, cuando estábamos nadando, se tiraba desde el puente.

    Rafa

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  4. Efectivamente ,por la charca, en ella me aprendi yo a nadar.
    Un saludo.

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  5. Gracias por acercarnos un punto etnográfico tan importante Rafael.
    Gracias, Jesús López.

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  6. ahora estoy en un hotel en buenos aires por trabajo luego voy para ahi, estoy contenta de poder conocer ese hermoso lugar

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